La frustración como homenaje
- Enrique R. Ansaldi
- 28 feb 2019
- 2 Min. de lectura
La hora del sinceramiento es a la vez el reconocimiento de mi situación actual y la concreción del momento que habla por sí mismo de la gran característica humana: la perfección.
Luego del estudio y la práctica de un modo asistncial médico refrendado por el programa nacional Médicos Comunitarios, la visita programada y acordada por las tres partes-en domingo al mediodía, en verano- a la paciente complejizada por una enfermedad no bien definida de minusvalía psicofísica lentamente progresiva -agravada por la separación ya de tres décadas de su único hijo-, se llevó a cabo en la tranquera del campo donde ellos (la paciente y un sobrino) residían en ese momento cuidando como caseros un casco de estancia.
La frustración: una entrevista de pie -incluida la paciente con minusvalías- porque el dueño de la estancia no les permite hacer ingresar a nadie a la misma, con lo cual pienso, como homenaje a mis maestros de salud pública, que los dueños de estancia debieran estudiar también ellos algo de salud social y comunitaria o cuanto menos indagar que sus bisabuelos hacían ingresar al médico al domicilio hasta el dormitorio o aposento del enfermo... y es esto un sinceramiento público de aquél domingo desabrido, de la impotencia ante lo injusto -la paciente hizo los ocho kilómetros con su sobrino en un auto viejo para salir de su lecho y llegarse a la tranquera-, de mi interés en volver a visitarla mejor otra vez y de mi convicción de que el hombre es perfectible.
Desde donde parte cada hombre con su obra es adonde llegó el anterior; por lo que pido a Dios la luz y la fuerza de mejorar mi lugar de re-inicio, de parada y de final de carrera para que quien tome mi posta lo haga convencido de la posibilidad de perfección.
eransaldii@gmail.com
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