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La diferente nominación adicional del día domingo

  • Foto del escritor: Enrique R. Ansaldi
    Enrique R. Ansaldi
  • 11 abr 2019
  • 5 Min. de lectura

El Domingo 25 de junio en un año -2017-, en una década, difícil y muy movida.


Desde 1978 el 25 de junio -aquella vez Domingo- fue una fecha, si bien decrecientemente, que marcó mi historia porque hizo lo propio con Argentina: el primer campeonato de fútbol del mundo ganado por nuestra selección. Si bien justamente ese día de 1978, como cada domingo o domingo por medio, a la hora habitual, subí al colectivo que me llevaba desde “Cachamai” hasta Ayacucho y Centenario; iba ese día solamente el chofer escuchando la radio… y yo… y nadie más ni en el colectivo ni en la calle… me parece que al golpear la puerta de Salvá 5801 me atendió la persona que normalmente lo hacía… pero el clima dentro de la casa con todas las personas en torno a la TV y unos gritos de vivas y alegrías como nunca había visto… más todo lo que se vivió al menos por un mes más en Argentina, explican que el 25 de junio haya quedado así en el recuerdo hasta el 24 de junio de este año, y a la vez que no pueda recordar como destacado ningún 25 de junio anteriores a 1978; salvo cuando ha tocado en Domingo.


Hoy pude tomar la determinación de visitar el lugar del accidente (incidente)-masacre que ocurrió el 25 de junio pp. en la Bajada (de la Cuesta) Los Terneros cuando un ómnibus con unas 50 (no puedo precisar los números) personas perdió el control vial chocando contra una roca, volcando y arrastrándose unos cien metros sobre el asfalto –murieron catorce allí y luego uno más-… quedan algunas señales en el pavimento, restos del vehículo y pertenencias de algunas personas de aquel momento, también las señales de los operadores viales que limpiaron despejando unos tramos de las banquinas, y destaca una casilla a modo de capilla ardiente perpetua que sería la que según supe instalaron el padre de una niña (tal vez Valentina, fallecida entonces allí) y otras personas allegadas a la niña o al suceso.


Yo pensé que esa tarde de aquel domingo (25jun2017) todo había concluido cuando vi que ya no quedaban pacientes en la guardia del hospital Schestakow, y entonces, tras unas dos horas de asistencia, volví a casa y atendí a unos pacientes que me esperaban. Pero a las tres semanas de lo ocurrido un grupo de psicólogas y otras especialidades nos invitaron a una reunión a la que asistí y para mi sorpresa –de veras lo desconocía- comenzaron la reunión recordando que a las tres semanas del evento traumático comienzan los síntomas en las personas asistentes… al rato en los testimonios pude ver a algunos colegas llorando e interrumpiendo involuntariamente sus discursos… …no se había cerrado mi duelo con la venida de guardia, ni con el testimonio radial del día siguiente -http://www.mendozapost.com/nota/65782-tremendo-testimonio-del-pediatra-del-schestakow/ -, ni con los mensajes sobre el estado de salud de Agustina (la niña que nos tuvo a las carreras en la guardia), ni con las reuniones formales e informales anteriores, ni con la relectura de algunas noticias, ni con el borrado del material audiovisual morboso, ni con mi relato de las imágenes que se me formaron tipo alucinaciones del accidente que no vi directamente pero que oí, sí solamente oí interpretaciones, de lo posiblemente ocurrido, … me faltaba ir pensando que vería solamente la capillita… estaba!... pero asimismo observamos (matrimonio) cuatro estrellas amarillas con sus respectivos “titulares” (Valentina, Marian, Flor y Camila) en la mano por la que bajó en ese momento el ómnibus (“contramano”) y que para leerlos hay que hacerlo yendo por la “mano”… silencio y oración, silencio no absoluto porque un cartel avisaba que el 25 (hace 4 días)se convocaba a una manifestación acompañando a los familiares de las víctimas (14 niños)… y tampoco demasiada oración salvo que Dios tome todo esto como un diálogo con Él que lógicamente quiere serlo.


La magnitud.

Sí, después de cuatro meses de lo sucedido (y que yo viví directamente apenas durante las dos horas antedichas), voy entendiendo que lo que me ha impactado violentamente en mi percepción, conciencia e inconciencia, imaginación y memoria, en mi sentido profesional y más que nunca en mi sensibilidad (afecto) ha sido la magnitud de lo ocurrido y lo polifacético de lo mismo:

· El tipo de solicitud de colaboración, sobre manera su contenido, hecho por mi colega en ese tiempo coordinadora de la guardia de pediatría, Dra. Alejandra Iriarte (justamente quien hoy venía a mi memoria en cada momento de la visita al lugar de la tragedia);

· La puesta en escena, que no era tal sino que era “la escena”, de lo que solamente conocíamos por simulacros: una ambulancia tras otra y la jefe (Dra. Virginia Bravo) del operativo recibiendo pacientes y ordenando su ubicación según “rojo”, “amarillo” y “verde”… 35 o 36 veces…!;

· Domingo a la tarde en la guardia estaban, de los que pude ver y puedo recordar, tal vez todos los miembros del personal del hospital… ¿qué es esto?... personas a las que conocí luego de varios años de trabajo en sábados cuando pude empezar a hacer guardias en días de lunes a viernes… o sea que nunca están en sábados ni domingos ni feriados;

· La realidad de la tarea multiforme y multifocal que solamente se ve recorriendo en unas horas todos los departamentos del hospital en días de lunes a viernes en las mañanas para su mejor apreciación… toda allí en la tarde-atardecer de un domingo;

· Las personas asistentes emocionadas hasta las lágrimas, o mejor hasta la mudez pasando por las lágrimas! Y así estamos!;

· Los comentarios de muchos –no los he seguido- …muchos medios del país que se movilizaron por tal masacre, conmoción y dolor, y también la actuación de los servicios asistentes;

· Las autoridades algo atónitas y muy agradecidas por lo ocurrido y lo que se pudo hacer para ayudar respectivamente;


Y con la magnitud, la cercanía:

Esos cuerpos “negros” -cadáveres- (a los que pude ver al día siguiente todos juntos en la morgue) y las personas que ingresaron con los colores que ya mencioné tocaron mi descanso del domingo (precisamente en la hora de una reunión de visita con un amigo que hacía muchos años no nos encontrábamos), tocaron mi disposición a colaborar, tocaron mi ignorancia de realidades de tal magnitud, tocaron mi piel, tocaron mi tolerancia al dolor, tocaron mi convicción (y la ratificaron) de que no sabemos ni el día ni la hora de nuestro final, tocaron todas mis seguridades que no estaban, pues, tan seguras.

Tanto se acercaron que ¿me fabriqué? unas imágenes del momento del accidente con movimientos bruscos y veloces, ruidos, llantos, chasis verde-turquesa, carnes rojas triturándose contra esa piedra –una minúscula porción de montaña- y enseguida contra el asfalto de la ruta… visto desde la “mano”, como si yo hubiese estado ahí viendo al ómnibus que se venía contramano, contra mi mano… Esto tiene para mí un peso específico enorme, en parte desgarrador, que me hace temblar, pero tiene una parte más grande aún que va del descubrirme vulnerable también en la tolerancia a los traumas ajenos al preguntarme qué quiere Dios de mí con todo esto… tal vez que medite más: más tiempo, más cosas, más temas, más mi propia muerte y sobre todo más Su Promesa.


Por hoy suficiente, ya empieza el lunes 30 de octubre de 2017.


eransaldii@gmail.com

 
 
 

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